martes, 31 de mayo de 2011

EL GRAN DESCONOCIDO DE MESA

Cuando hablamos de la figura de Juan de Mesa, inmediatamente, se nos viene a la cabeza la imagen del Gran Poder, el Cristo de los Estudiantes,… Sin embargo, de la gubia del maestro cordobés salió una obra, quizás desconocida para muchos, pero que, para gran parte de los entendidos en el tema, es la obra cumbre de la imaginería barroca. Estamos hablando del conocido como Cristo de Vergara por encontrarse en la Iglesia de San Pedro de esta localidad guipuzcoana. El Cristo de la Agonía es quizás, aún hoy en día, el “gran desconocido” de Mesa.
El Cristo de la Agonía fue ejecutado en 1622 durante el lustro magistral de Juan de Mesa (entre 1618 y 1623). Se trata del sexto de los 11 crucificados tallados por éste, de los cuales los dos últimos siguen aún sin haber sido identificados.

En el contrato de hechura de la escultura, se acordó hacerla en madera de cedro en blanco, osease, sin policromar pues a principios del XVII esta labor era propia de pintores supervisados por los escultores.
El tipo de sudario cordítero, que por vez primera pusiera en práctica en el Cristo de la Conversión de Sevilla, deja entrever la cadera izquierda. Se trata del más agitado y turbulento de entre todos los por él esculpidos, y está dibujado basándose en finos y profundos pliegues.


La escultura de este impresionante Crucificado se halla en perfecto equilibrio entre la divinidad de un Dios asido a su trono de martirio y el realismo del drama de la agonía de un hombre. Además, cumple todos los requisitos para definirlo como un gran imán de fervor y devoción debido a su grandeza y decoro, por su fuerte garra expresiva y por su sencillo lenguaje evangelizador.


Tanto en calidad artística como en tamaño (2,18 m) el Crucificado de la Agonía destaca sobre el resto de los realizados por Mesa, erigiéndose como la obra cumbre del "imaginero del dolor". Dicho esto, entenderíamos por tanto que se trataría de una de las esculturas más sobresalientes del arte español. Si bien Mesa es reconocido como el más dramático de los escultores barrocos andaluces, no cabe duda que el Señor de la Agonía es el más conmovedor y personal de las imágenes por él realizadas, pues en él rompió decididamente con los cánones montañesinos, conjugando su propio lenguaje plástico de herencia helenística.









El estudio anatómico de la imagen es de un asombroso verismo idealizado. La complexión del cuerpo es atlética, con amplia caja torácica y anchas caderas. Este apolíneo cuerpo exento de descomposiciones patéticas, posee un acertado modelado que subraya la tensión de aquellos músculos que por lógica contribuyen a fingir la sensación de incorporación de la figura sobre los clavos de los pies, bien para tomar aire, bien para dirigirse al padre. La efigie se yergue sólidamente sobre la pierna izquierda, escorzándose hacia su derecha. Los brazos se disponen de forma casi horizontal, lo cual invierte en otorgarle al cuerpo una gran sensación de ascensión. La imponente cabeza, con corona de espinas tallada en el mismo bloque, dirige la mirada hacia lo alto con un violento movimiento hacia su derecha y arriba. La boca abierta, la mirada suplicante, y las cejas elevadas por el músculo superciliar o músculo del dolor, nos dibujan una dramática expresión cargada de "phatos" que nos recuerda a la del Laocoonte, aunque su ademán transmite más dulzura que brusquedad y patetismo.

El tipo de sudario cordítero, que por vez primera pusiera en práctica en el Cristo de la Conversión de Sevilla, deja entrever la cadera izquierda. Se trata del más agitado y turbulento de entre todos los por él esculpidos, y está dibujado basándose en finos y profundos pliegues.

La escultura de este impresionante Crucificado se halla en perfecto equilibrio entre la divinidad de un Dios asido a su trono de martirio y el realismo del drama de la agonía de un hombre. Además, cumple todos los requisitos para definirlo como un gran imán de fervor y devoción debido a su grandeza y decoro, por su fuerte garra expresiva y por su sencillo lenguaje evangelizador.

NIKOLA TESLA, ¿Por qué?

domingo, 1 de mayo de 2011

A MANOLO MONTOLIU

Hoy recuerdo aquel 1º de Mayo. El sol, al contrario que hoy, azotaba el balcón. Aún la moda del PPV no habia llegado y la pública daba a todos lo que deseamos, pues todos, bueno casi todos, contribuimos a eso que se llama la agencia tributaria. Negro, azabache para los puritas,y malva. ¡Empaque!, ¡señorio!, ¡COÑO ESTABA EN EL TEMPLO! Despacito, muy despacito, quizás excesivamente, para los que estábamos más pendientes del peso de lo jamelgos. LLegó a la cara,cuadró, como mandan los cánones y clavó. ¡Coño, Manolo, es que te gustaste demasiado! Y después todo fue muerte. Demasiado evidente, Manolo,parece que lo quisiste así, como diciendole al giraldillo:¡lo viste así alguna vez! El giraldillo, te contestó ¡No, valenciano!, nunca lo vi, ni Gallito, ni Magritas, ni Blanquet, nunca nadie ofreció así ese tributo. Casi 20 años despúes pocos lo recuerdan y hoy que otro "che" ha conquistado el templo te dedico estas letras.