domingo, 15 de diciembre de 2013

EL ORIGEN DE LAS HUELLAS DACTILARES



Fue técnicamente desarrollado por el antropólogo y más tarde policia Juan Vucetich (este es su nombre argentino).  Pero en las civilizaciones babilónicas y persas ya se conocía que las huellas dactilares eran únicas y personales a cada uno, por eso dejaban sus “marcas” en las vasijas aún por secar. Era como una especie de firma del alfarero. Más tarde, a partir de 1.800 se supo más acerca de las huellas dactilares, como por ejemplo que no se alteraban en el individuo a lo largo de los años, e incluso que eran diferentes para gemelos idénticos. Lo que hizo Juan Vucetich era clasificar las huellas dactilares a partir de 4 grandes grupos.

El primer caso al que se enfrentó Juan Vucetich fue de un infanticidio, en el que la madre acusaba al marido de asesinato. Sin embargo, a partir de las huellas dactilares se comprobó que realmente había sido la madre la que cometió el crimen. Primer caso resuelto a través de este método.

PERO ¿CUÁNDO SE INSTITUCIONALIZÓ SU USO?



En 1903, un prisionero llamado Will West llegó a la penitenciaría de Leavenworth. El responsable de la admisión sacó las fotografías y pensando que le conocía, preguntó a West si ya había estado en la prisión.

El prisionero dijo que no y el oficial fue a los archivos y trajo otras fotografías, de un tal William West. No sólo las fotos eran muy similares, sino que coincidían las medidas físicas. Y sin embargo se trataba de otra persona: dos prisioneros con el mismo nombre y aspecto, y sin relación alguna.

Increíblemente un Will West diferente había sido condenado a cadena perpetua en Leavenworth desde 1901, y el nuevo prisionero tenía el mismo nombre, la cara y las mediciones.
Tal incidente hizo que se tomaran mejores medidas para mejorar la fiabilidad de las identidades y que no bastara sólo con fotografías y mediciones, era necesaria una forma infalibe de identidad. ¿Cúal fue? Las huellas dactilares. Así desde 1903 muchas prisiones comenzaron a utilizar las huellas dactilares como el principal medio de indentificiación.
¿Se imaginan la tremenda impresión de ver a un persona igual a tí que no tiene ninguna relación contigo?



¡QUÉ PARECIDOS!


domingo, 1 de diciembre de 2013

JOSELITO Y BELMONTE. UNA REVOLUCIÓN COMPLEMENTARIA


Bajo el nombre de "Joselito y Belmonte. Una revolución complementaria" se ha montado en el Espacio Santa Clara una exposición al cumplirse el centenario de la alternativa de Juan Belmonte. Aprovechando mi tiempo libre cogí el autobús y me planté en Sevilla. Del barrio de la Macarena andando por el barrio de la Feria, Relator, Alameda de Hércules, calle Lumbreras hasta llegar a calle Becas donde está el Monasterio de Santa Clara expectante ante lo que esperaba ver. La visita a la exposición me colmó de satisfacción por su contenido.








Al entrar me di de lleno con las grandes fotos de José y Juan vestidos de luces y la inmensa fotografía de la desaparecida Plaza Monumental de Sevilla, la que se construyó gracias al interés de Joselito por abaratar el precio de las entradas y hacer accesible a los aficionados más pobres su asistencia a los toros. La instantánea  recoge el controvertido derrumbe de la plaza de las gradas en las pruebas de peso, derrumbe que muchos achacaron al interés de los maestrantes de no tener una competidora. Y que fue derribada definitivamente a la muerte del monstruo de Gélvez.




Monteras de José y Juan



Arriba estoque y funda de matar de Juan Belmonte y abajo espadin de acero y funda de 1888 que Alfonso XIII regaló a Joselito




La Chaquetilla campera que lucía Juan Belmonte la mañana de su muerte.

Objetos personales de Juan: gemelos, pitillera, mechero, etc

Escritura de la compra del cortijo Pino Montano por parte de Joselito acompañado de su madre Grabiela Ortega al ser este menor de edad y que posteriormente a la muerte del torero sería adquirido por su cuñado Sánchez Mejías.


Capote de paseo verde y oro de Juan Belmonte.


Saya perteneciente a la Virgen de la Macarena realizada con un traje de torear de Joselito el Gallo


Relicario del cristo del Cachorro, oreja de oro y manigueta del paso de la Hermandad trianera a la que tanto estuvo ligado Juan Belmonte.


Curiosa estatuilla en barro de Juan Belmonte, La Niña de los Peines y Rafael el Gallo.


Fotografía de José vestido de nazareno de la Macarena

 En el patio del convento capote de brega de Juan Belmonte.


Y cruzando el maravilloso patio enclaustrado del convento entramos en el refectorio donde se encuentra la parte, digamos, más emocional, de la exposición.


Comenzando por la fotografía, en mi opinión, más famosa de la historia del toreo. Joselito de cuerpo presente en la enfermería de Talavera de la Reina, incrédulo su cuñado y también matador de toros Ignacio Sánchez Mejías.

Reloj de chalequillo de Juan Belmonte



Famosa pluma de oro que el pueblo de Sevilla, por cuestación popular, regaló al canónigo Muñoz y Pabón por la defensa que hizo de José ante la crítica de ciertos sectores rancios de la capital por el sepelio del torero en la Catedral Metropolitana. El canónigo la regaló a la Virgen de la Macarena que la luce todas las madrugadas de viernes santo en su recorrido por las calles sevillanas.


Pistola del 6,35 con la que Juan Belmonte en abril de 1962 puso fin a su existencia, hasta el final dueño de su propio destino.


Finalmente, chaleco del traje de torear que Joselito el Gallo llevó la infausta tarde del 16 de Mayo de 1920 en Talavera de la Reina, donde el toro Bailaor lo convirtió en mito.


Aún hoy, 93 años después guarda el traje manchas de sangre del Rey de los Toreros.



Al salir libro de visitas en el que no pude resistir la tentación de escribir la injusticia de que Sevilla no haya aún homenajeado como se merece a José Gómez Ortega " Gallito"; quizás poderes fácticos de esta cuidad no le perdonen tantos años después la osadía de construir una plaza de toros para las clases populares. Pero así y todo el pueblo lo sigue considerando el REY DE LOS TOREROS.




PD.- No comprendo como en muchos museos sigue la costumbre de prohibir tomar fotografías aún sin utilizar el flash. Pese a todo, ahí quedan las mías, realizadas a hurtadillas y manejando velocidad y abertura de mi cámara.