martes, 21 de octubre de 2014

SANTIAGO O PRISCILIANO

En  julio del año 2000, el periodista Daniel Mermet recorría la Plaza del Obradoiro con el micrófono de Radio France Internacional en la mano. Buscaba testimonios entre los peregrinos que llenaban aquellos días Santiago de Compostela cuando unos jóvenes estudiantes se le acercaron y le dijeron: «Tú no tienes ni idea, ¿no sabes que quien está enterrado aquí es Prisciliano y no Santiago?».


Mermet se quedó perplejo. Junto a él, su colega el escritor y periodista Ramón Chao, directivo de la prestigiosa emisora francesa, que le acompañaba, se vio obligado a aclararle: «Te juro que esto no estaba preparado. No conozco de nada a estos chicos».Y es que Chao, nacido en Villalba (en la provincia de Lugo), aunque residente en París, es de los que están convencidos de que el apóstol Santiago jamás pisó España y de que los restos que se veneran en la capital compostelana no son los suyos, sino los de un gallego de nombre Prisciliano que en el siglo IV revolucionó el cristianismo primitivo chocando frontalmente con la Iglesia.Un hereje, en fin, ejecutado en la ciudad alemana de Treveris en el año 385 y cuyos restos habrían sido trasladados por sus seguidores hasta Galicia.


Las dudas del periodista Mermet, sin embargo, no habían hecho más que empezar. Una vez en el interior de la catedral, Chao le animó a que le preguntara a la guía cuál era su versión sobre el origen de las reliquias. «Aquí dentro no puedo decirle nada», le contestó la joven en un impecable francés. «Luego hablamos».Ya en la calle, la chica le dijo que había cosas que era mejor «no meneallas».


EL MITO MAS GRANDE 

Después de todo, Santiago, patrón de España, símbolo que animaba a los cristianos contra los ocupantes musulmanes, es el mito mas grande de la cristiandad. Con Santiago nació la idea de Europa, Goethe lo reconocía y el Papa Juan Pablo II proclamaba en uno de sus históricos viajes a Compostela: «Europa, encuéntrate a ti misma, busca en tu identidad...».


A partir del siglo VIII comenzó a peregrinarse desde todo Occidente hasta Galicia para venerar sus restos. De aquel formidable movimiento de masas que dura hasta nuestros días y crece cada año ha nacido una de las mayores industrias turísticas de todos los tiempos.A Santiago llegan miles de peregrinos no católicos, desde monjes sintoístas procedentes de Japón, a personajes como la actriz Shirley McLaine, que no consiguió hacer el Camino de forma anónima como se proponía.


En un año normal Santiago recibe casi dos millones de peregrinos.En Año Santo, que se celebra cada vez que el día de Santiago, el 25 de julio, cae en domingo (el próximo será 2004), puede haber hasta cinco millones de peregrinos. Cada año un miembro de la Familia Real española realiza en la catedral la ofrenda al apóstol. ¿Quién se atrevería a remover los cimientos que sostienen ese entramado social, económico y también espiritual?


«En Galicia tiene mucha más importancia a nivel popular la romería de San Andrés de Teixido», tercia Ramón Chao, autor de Prisciliano de Compostela (Seix Barrall), en el que insiste en que los restos de la catedral no son los del apóstol. «Santiago, en Galicia, no tiene el valor mítico que representa en Europa o en Brasil.Santiago es un santo turístico, y su mito nació como una necesidad política, social y militar de los cristianos europeos. El Camino era tan importante que los ingleses llamaban a todo el norte de España en los siglos X, XI y XII, Jacobsland, aunque yo a la ciudad la llamo Compostela, no Santiago».


«El apóstol», prosigue, «fue decapitado por Herodes en Jerusalén en el año 42 y enterrado en Palestina. Con el carbono 14 radiactivo sería muy fácil probar que los restos de la catedral son de un hombre del siglo I, pero nunca se ha hecho. No han querido hacer esa prueba, que sería definitiva».


El escritor gallego se suma así a tantos otros historiadores, españoles y extranjeros, que, como el profesor Henry Chadwick, de Oxford, también aseguran que la urna de plata de la catedral encierra las reliquias del hereje Prisciliano, y no las del apóstol.Ya Menéndez Pelayo hablaba mucho de este personaje en Historia de los heterodoxos españoles, y el propio Miguel de Unamuno mencionó en muchas ocasiones la posibilidad de que la historia de Prisciliano se hubiera solapado con la leyenda del apóstol Santiago.


El director de la Biblioteca Nacional, Luis Racionero, recuerda un seminario que se celebró en Santiago en los años 80 en torno a Prisciliano. «Fernando Sánchez Dragó nos contó en una comida su conversación con una marquesa en su pazo gallego. Según ella, el marqués se encontró un día llorando a un joven del pueblo.El chico estaba desconsolado porque el obispo le había mandado destruir una lápida donde estaba escrito: "Aquí yacen los restos de Prisciliano". Creo que sus restos son los de la catedral.Los santos son herejes que tienen éxito, los herejes son santos fracasados. Prisciliano puso en cuestión muchas cosas y le tocó perder».


El asunto es objeto de controversias históricas en las que han participado eruditos de la talla de Claudio Sánchez Albornoz o Américo Castro. Francisco Singul, historiador gallego y asesor cultural del Xacobeo, asegura que el tema de Prisciliano «es una boutade. No hay noticias escritas de que su cadáver hubiera sido trasladado de Treveris a Galicia. En cambio, la tradición habla de la predicación de Santiago en España y también de su tumba. Los forenses que examinaron los huesos del apóstol en l879 concluyeron que se trataba de restos humanos muy antiguos, de un varón, y el Vaticano ratificó que era el apóstol».


Singul reconoce, sin embargo, que si la ciencia moderna probara que en la urna de plata no estaban los huesos de Santiago Apóstol no cambiaría la fe de los peregrinos ni el sentido del Camino.«Porque se trata de un peregrinaje ecuménico. La gente va allí a encontrarse a sí misma».


Para el canónigo archivero de la catedral, José María Díaz, tampoco hay dudas «porque, según un estudio llevado a cabo en la cátedra de Anatomía de la Universidad de Santiago, los restos pertenecen a tres hombres del siglo I. Uno sería el apóstol y los otros dos, sus discípulos y compañeros Teodoro y Atanasio».


La leyenda de Santiago el Mayor, hijo de Zebedeo el pescador y hermano de San Juan Evangelista, nació en el siglo VIII con las visiones de un ermitaño que vio luces extrañas en un bosque de Iria Flavia mientras se escuchaban los cánticos de los ángeles.El obispo Teodorico visitó entonces el lugar y encontró una vieja lápida con restos humanos y los atribuyó al apóstol y a dos de sus discípulos.


Cuando la noticia llegó a los dos hombres mas poderosos del momento, el Papa León y el rey francés Carlomagno, ambos se apresuraron a certificar que se trataba del apóstol. El mundo necesitaba creencias, los cristianos necesitaban una fuerza que les moviera a luchar contra los árabes, que habían llegado hasta la localidad francesa de Poitiers y amenazaban de forma permanente Asturias, el único reino de la Península que había resistido sus avances.



SIMBOLO DE PODER 

El santuario y Compostela se convirtieron en un lugar de culto, en símbolo del poder cristiano. Santiago empezó a aparecerse en las batallas vestido de blanco, sobre un caballo blanco, matando moros. La Reconquista fue triunfando lenta pero imparablemente, a pesar del temible Almanzor y otros caudillos militares musulmanes.Y cuando Almanzor arrasó Compostela, respetó las reliquias, una circunstancia que afianzó todavía más la leyenda.


Sin embargo, había que justificar la presencia de los restos de Santiago en Galicia, ya que su muerte en el lejano Jerusalén estaba probada.


Cuenta la leyenda que siete de sus discípulos recogieron el cadáver y se embarcaron junto con el can del apóstol en una nave de piedra sin timón, que navegaría sin rumbo fijo hasta llegar a las bravas costas gallegas. Al desembarcar en ellas, los discípulos vencieron a dragones y monstruos y cristianizaron a la malvada gobernanta de aquellas tierras, la reina Lupa.


Los restos de Santiago habrían sido enterrados en Iria Flavia.Ya Martín Lutero, en el siglo XVI, aseguró que lo único que había en la ciudad de Compostela eran los huesos de un perro o de un caballo, pero ya nada podía detener el fervor de los peregrinos, necesitados como nunca de fe.


En el siglo XVI los piratas ingleses al mando de Francis Drake asaltaron La Coruña, lo que obligó al obispo San Clemente a esconder las reliquias del apóstol detrás del altar mayor. Allí permanecieron olvidadas los siguientes 300 años, un periodo en el que decayeron las peregrinaciones, hasta que en 1879 se encontraron las reliquias de nuevo y los forenses aseguraron que se trataba del apóstol y dos de sus seguidores. El entusiasmo volvió a despertarse y las peregrinaciones recuperaron su auge de antaño.


Curiosamente, Prisciliano también salió del olvido y la marginalidad gracias a científicos y estudiosos, que ya no temían la condena de la Iglesia.


Originario de una familia de Iria Flavia del siglo IV, el joven Prisciliano tenía inteligencia, don de gentes y de palabra y una gran cultura, que perfeccionó en la Universidad de Burdeos.Estaba llamado a ocupar un sillón entre los clérigos purpurados.


Fue en la ciudad francesa donde descubrió el cristianismo primitivo con tintes judaicos, maniqueos y orientales, y allí fundó una especie de comuna ascética donde se meditaba, se dejaba participar a las mujeres y no se prohibía el matrimonio entre clérigos, aunque se recomendaba la castidad. Además, Prisciliano condenaba la esclavitud y rendía culto a la naturaleza. Ni un milagro podría salvarle de las iras de curia eclesial


A su vuelta a Galicia, el éxito de sus doctrinas tomó unas proporciones enormes que se extendieron hasta Portugal y que inquietaban a la Iglesia oficial. Le acusaron de excesos sexuales, de celebrar orgías, de permitir que los clérigos llevaran el pelo largo, de que hubiera bailes en su liturgia.



CONDENA A MUERTE 

Su elocuencia le salvó de la muerte una primera vez. Defendiéndose a sí mismo en un tribunal romano, logró convencer a la curia.Pero la fuerza con que se extendía su mensaje era imparable, y la desconfianza de sus enemigos también. Su suerte estaba echada


Su ejecución en el año 389 en Treveris fue ordenada por el emperador Teodosio. Constituyó la primera muerte de un cristiano a manos de otros cristianos. Se desencadenó entonces la persecución de anacoretas, vegetarianos, ascetas y todo lo que tuviera visos de priscilianismo.


Sus discípulos consiguieron llevar los restos hasta su Galicia natal por una ruta que luego seguirían los peregrinos de Compostela.Había nacido el Camino de Santiago, casi cuatro siglos antes de que empezara el primer peregrinaje oficial.


¿Quién está, entonces, en la catedral de Compostela, el santo llegado de Palestina o el hereje Prisciliano? Tal vez ni siquiera la ciencia pueda llegar a desvelarlo. El prestigioso forense José Antonio Lorente, director del laboratorio de identificación genética de la Universidad de Granada, ha rechazado en dos ocasiones analizar el ADN de las reliquias. Mientras no se tenga con qué compararlas no tiene mucho sentido hacer las pruebas.


A lo sumo, si se conociese el lugar de enterramiento de algún pariente de Prisiciliano, se podría determinar si los restos corresponden o no al hereje. Lo demás es leyenda. Y un camino por hacer hasta la Plaza del Obradoiro.

CADA UNO TENDRÁ SU VERSIÓN SEGÚN SU FE Y CREENCIAS

miércoles, 1 de octubre de 2014

TODO NO FUE COMO TE LO CUENTAN (I)

La historia está llena de mentiras, casos que damos por seguro, con el paso del tiempo descubres que era una pura y verdadera falacia y te das cuenta  hasta qué punto somos víctimas de verdaderas manipulaciones. Y esto es así por dos sencillas razones que se dan con bastante frecuencia: muchas de las veces la historia es contada por los vencedores y en otros casos es escrita por grupos de historiadores fieles o al servicio de determinadas ideología. En distintos post quiero demostraros lo que os digo.
Comenzemos por la archiconocida Rendición de Breda.



Fíjense en el cuadro de Velázquez que abre este primer post sobre mentiras históricas. Todos nosotros lo reconocemos y lo hemos visto al menos alguna vez en nuestros libros escolares, La rendición de Breda pintado en 1635, y sabemos que narra una victoria militar de los Tercios de Flandes frente a los holandeses, que no acataban la soberanía de los Habsburgo españoles. 
Podríamos decir que esa obra del pintor sevillano se ha grabado en nuestra memoria para recordar ese suceso histórico pero a pesar de su apariencia realista, no narra lo que en ese momento ocurrió. 
En primer lugar, el acto de entrega de la llave de la ciudad por Justino de Nassau a Ambrosio de Spínola nunca tuvo lugar y tras un acuerdo mutuamente favorable, las tropas holandesas abandonaban Breda. Hubo asedio, pero no hubo ninguna batalla memorable, y por tanto, no se produjo ese homenaje caballeroso a los derrotados. Si además de esto, añadimos que los tercios que tomaron parte en esa acción militar estaban formados en su totalidad por extranjeros y las famosas lanzas que aparecen en el cuadro ya no eran usadas en ese tiempo pues fueron sustituidas por arcabuces, ¿qué ocurrió en esa capitulación? 

La Corte española encargó a Velázquez esa pintura con la intención de engrandecer y darle una pátina de gloria a la victoria de Breda que, aun teniendo una gran importancia para la guerra en Flandes, no fue una gesta heroica.

 Este es uno de los recursos que los gobernantes y las élites han tenido a lo largo de la historia para modificar el imaginario histórico de sociedades enteras y nos han llevado a un conocimiento erróneo del pasado.