miércoles, 3 de septiembre de 2014

SANTA RITA, SANTA RITA LO QUE SE DA NO SE QUITA, ¿O SI?

La península de Crimea se ha convertido en un importante foco de tensión internacional tras la caída del presidente ucraniano Viktor Yanukovich y la posterior invasión de ese territorio por tropas rusas.
El gobierno provisional de Kiev considera la intervención militar como una violación de su soberanía nacional y una agresión en toda regla. Moscú, en cambio, alega que su protegido Yanukovich fue derrocado por un golpe de estado ilegal y se niega a reconocer al nuevo ejecutivo ucraniano.
Desde la comunidad internacional se ha condenado la intervención rusa en Crimea, pero el presidente, Vladimir Putin, ha visto en la caída de Yanukovich la excusa ideal para intentar reparar lo que muchos ciudadanos rusos consideran un error histórico. No hay que olvidar que esa península del mar Negro fue un regalo de Rusia a Ucrania, que ahora Moscú quiere recuperar.

Crimea perteneció a Rusia hasta 1954. Ese año, el entonces presidente de la URSS, Nikita Kruschev, cedió la península a la república soviética de Ucrania como un regalo de 'buena voluntad' entre rusos y ucranianos. Así trató el diario oficialista Pravda aquella cesión, el 27 de febrero del 54:
"Decreto del Presidium del Soviet Supremo de la URSS transfiere la provincia de Crimea de la República Soviética de Rusia a la República Soviética de Ucrania, teniendo en cuenta el carácter integral de la economía, la proximidad territorial y las relaciones económicas entre la provincia de Crimea y la República Soviética de Ucrania"


Nikita Kruschev
Kruschev, que había desarrollado toda su carrera política en Ucrania antes de presidir la Unión Soviética, quiso conmemorar con ese regalo los 300 años del tratado Pereyaslav, que supuso la integración de Ucrania en el imperio ruso. Hay que tener en cuenta, además, que en aquella época Ucrania era una región devastada por la Segunda Guerra Mundial y el máximo mandatario de la URSS quiso así compensar al pueblo ucraniano por haber soportado el peso de aquella contienda. El regalo de Crimea, sin embargo, nunca fue aceptado por Moscú, que lo consideró un capricho personal del siempre peculiar Kruschev.
Lo cierto es que al recorrer la península de Crimea, que en la época soviética era el principal destino de vacaciones para los líderes del partido comunista, resulta evidente el pasado y carácter ruso de esta región, de unos dos millones de habitantes. El 58% de la población es rusa, según el último censo de 2001, y el ruso es el idioma principal en la península. El destituido presidente Yanukovich ganó las elecciones en Crimea con más del 80% de los votos en las últimas presidenciales de 2010.


Solo el 24% de la población de Crimea es ucraniana, mientras que un 12% está formada por tártaros, el grupo étnico originario de esta península, que fue deportado a las estepas de Asia Central en la época de Stalin. La población tártara, claro, es ahora manifiestamente antirrusa. El legado del pueblo tártaro, que empezó a regresar a Crimea en los años 80, es palpable en Bakhchysarai, la antigua capital del khanato de Crimea.


Otra razón que explica el interés ruso en recuperar Crimea es que la armada rusa tiene la base de su flota del mar Negro en el puerto de Sebastopol, en la zona occidental de esta península. Tras la caída de la Unión Soviética y la independencia de Ucrania, Rusia se aseguró mediante un tratado que su flota del mar Negro permaneciera en Sebastopol hasta 2017.
En 2010, sin embargo, Yanukovich firmó con el entonces presidente ruso, Dmitri Medvedev, una prolongación de ese acuerdo por otros 25 años, que permite la permanencia de la flota rusa en Sebastopol hasta 2042. Ya entonces hubo multitud de protestas en las calles de Ucrania contra la ampliación del acuerdo y en contra de Yanukovich. Sin duda, un preludio de lo que estamos viviendo cuatro años después.




Tampoco hay que olvidar que la península de Crimea solo está separada del territorio ruso por el estrecho de Kerch, que en su punto más angosto apenas tiene 4,5 kilómetros de anchura. Desde 2008 existe un proyecto para construir un puente sobre el estrecho de Kerch, que conectaría Rusia con Crimea por carretera.

Entonces en qué quedamos, Santa Rita lo que se da no se quita y la cojo porque cambiaron las circunstancias por las que se dio el regalo.