viernes, 29 de julio de 2011

EL DIVINO CALVO: UN TORERO FILÓSOFO O UN FILÓSOFO TORERO


En 1909 se inicia una de las más graves y largas crisis de la historia reciente de España. Acaso por ello, como en el siglo XVII, la crisis corre paralela con uno de los momentos más brillantes de nuestra cultura, cuya máxima expresión popular, ya el pueblo llama con fuerza a las puertas de las Cortes, sigue siendo el toreo.

Sobre este paisaje va a tener lugar la más profunda revolución del arte desde sus orígenes: Joselito y Belmonte, apolíneo el uno, el otro dionisíaco, de igual modo que Matisse y Picasso destruyen el modelado, el color y el espacio clásico, cambian e invaden los terrenos del toro y rompen los cánones de la tauromaquia de Montes.

Joselito y Belmonte ocupan toda la historia de la Edad de Oro del Toreo, pero existió una figura, Rafael, hermano de José del que Juan Belmonte en los últimos años de su vida decía: “Cuando José y yo llegamos el toreo ya lo había inventao Rafael el Gallo”

Dicen los aficionados que nunca en la historia hubo un torero más excepcional que Rafael Gómez Ortega, Rafael el Gallo.
                               (El Gallo en uno de sus peculiars pases sentado en una silla)
El escritor Néstor Luján decía de él:  El hombre más mitológico y lunático que ha dado el toreo. Y, a la vez, el más artista, más fecundo, más personal y lleno de una maestría inédita, con un instinto de genial artista; el hombre que ha llegado a la gracia del gesto más espontánea, más natural y a la vez más inspirada que se conoce”.

En una ocasión le presentó José María de Cossío a don José Ortega y Gasset y le dijo que era filósofo y uno de los más grandes pensadores de nuestro país. El Gallo, tras ser informado por José María, que tanto afecto le tenía, de lo que era un filósofo, contestó, muy respetuosamente pues siempre lo fue, con una frase que ha hecho historia: "Hay gente pa to". Esta  anécdota nos sitúa en el mundo de "El Gallo", que no podía concebir otro mundo ni otra cosa que no fueran toros, toreros, picadores, banderilleros y corridas de toros.

Irregular y medroso, provocaba entusiasmos delirantes, como cuando la faena a "Jerezano", de Aleas, el 15 de mayo de 1912 en Madrid, y escándalos tumultuosos como aquel que después de tirarse de cabeza al callejón y ante los improperios del público les contestó "Las broncas se las lleva el viento, y las cornadas se las queda uno”
                             (José Gómez "Gallito", Juan Belmonte y Rafael el "Gallo")
Aunque solo corriera una mitad de sangre calé por sus venas, por parte de su madre, a la que siempre tanto quiso y tan unido estuvo, era gitano de pura cepa. Del arte al ocaso, del triunfo a la derrota, todo pasaba al mismo tiempo y todo a su vez revuelto. Aplausos, "espantás", sentido de lo "jondo", escándalos, belleza y temor, constituían su bagaje, pero el público lo adoraba así, porque lo quería así.

Toreaba Rafael el “Gallo” en Madrid. En su primer toro hizo, además de su conocida “espantá”, una de las peores faenas de su vida torera. Llovieron almohadillas, y el público se hartó de gritarle.
Cuando el “Gallo” decaído por su suerte, volvió junto a la barrera, Vicente Pastor, que lo apreciaba mucho, se creyó obligado a consolarle. Y así, le dijo, con tal fin:


- ¡Hay que ver cómo está el público esta tarde, Rafael!...


A lo que el “Gallo” le respondió con viveza:

- Para vosotros, colosal. ¡Ya los he “dejao” a “tos” roncos”

Por él, se ha dicho, no pasaron las modas, ni pudo el paso del tiempo, pues nunca fue un torero de su tiempo, ni de ningún otro tiempo, y por esa su singularidad vivió tan cerca de todos, público y aficionados, rodeado del amor y del respeto general.

 Su puro, su sombrero de ala ancha, su forma de vestir y de andar la calle Sierpes abajo, no se han borrado de las retinas de los que pudieron conocerlo y muchas veces a la media luz de la mañana se nos hace presente en esos lugares tan queridos por él.


                                                    (Rafael en el pase del Celeste Imperio)

Acababan de celebrarse las corridas de la feria de Córdoba. Rafael el “Gallo” regresaba en el tren a Sevilla. Durante el trayecto, en el pasillo del coche-vagón tropezó con un amigo que, desde Madrid, se dirigía también a Sevilla.
Tras saludarse efusivamente, recayó la conversación sobre las corridas de Córdoba. Fue el amigo preguntando al “Gallo” por la actuación de todos los diestros que en ellas tomaron parte, así como el juego que había dado el ganado. Al fin le dijo:

- Y tú, ¿qué tal has estado? ¿Qué opinaba el público de tu actuación? A lo que el “Gallo” contestó con seguridad:

- Pues, mira, de mí sólo sé decirte que las opiniones quedaron divididas.

- ¿Entre tú y el “Bomba”? – preguntó el amigo.

- No –respondió Rafael--. Que unos se metían con mi madre y otros con mi padre.

Las reacciones de los públicos presentes en una plaza de toros son muy dispares y en ellas influyen una gran cantidad de factores: las faenas, el tiempo, el ganado...Por ello, a menudo se producen grandes manifestaciones de fervor popular en una plaza, tanto a favor como en contra.

En esta ocasión, pasamos a relatar una anécdota sucedida a Rafael Gómez El Gallo en Valladolid. Antiguamente, se tenía por práctica habitual anunciar seis toros para dos toreros.

Habiendo matado El Gallo el primero de su lote, no había tenido el ilustre torero mucha suerte y su actuación había sido más bien gris. En esto que un espectador comenzó a increparle duramente a la muerte del toro y gritaba:

- A la cárcel, a la cárcel con El Gallo...
A lo que Rafael, consciente de que aún le quedaban dos toros encerrados, respondió:
- A la cárcel...¡ qué más quisiese yo con lo que me queda ahí dentro!


En una ocasión que iba a torear en una plaza de Andalucía, Rafael El Gallo le pidió a un amigo que le buscara una pensión apartada, para no tener que soportar a la gente. Eso sí, le pidió que fuera limpia.

Cuando llegó se encontró en la cama una chinche; el fondista le aclaró que estaba muerta.

A la mañana siguiente le preguntó el dueño de la pensión si había pasado buena noche y si le había molestado algún insecto.

Rafael le contestó :

“la chinche muerta no me ha molestao, pero las que han venido al entierro se han cebao conmigo”

Una tarde terminó de torear en La Coruña donde formó un “mitin” e inmediatamente exclamó:

 «Ya estamos en Sevilla». Alguien le replicó: «pues no está lejos Sevilla», ante lo que el torero sentenció: Sevilla está onde tie que está, lo que está lejo es La Coruña...


Solia decir: " a mi no me levanta los pies del suelo na más que un toro, y eso si me pilla distraio".

No obstante, el 15 de Julio de 1.918 su amigo, el famoso aviador Pombo le invitó a ver Santander desde las alturas. En pleno vuelo le preguntó:

-¿Rafael que se siente en las alturas?, a lo que el Gallo respondió:

-Pues la verdad es que se respira a gusto, sobre todo viendo los toros tan lejos.


En cualquier faceta de la vida, siempre hay cosas que se nos antojan más fáciles de hacer y que se llevan a cabo con menor esfuerzos qe otras, que se nos atragantan. En el toreo pasa pasa lo mismo, siempre existe esa suerte, ese pase en el que el torero se ve más negado y aveces, lo trae por la calle de la amargura.

Rafael, no iba a ser una excepción:

-¿Rafael para usted cuál ha sido la suerte más dificil de hacer?

-Para mi?, alcanzar el burladero.

 
                                                (Rafael en una de sus clásicas "espantás")

El Gallo dilapidaba su dinero. No era extraño que cogiera taxis e indicara que a Paris. ¿a la calle Paris?, le preguntaban los taxistas. No a Paris de La France, decía el Gallo.

En sus últimos tiempos le tuvieron que hacer una corrida homenaje y le preguntaron a Juan Belmonte que como debían entregarle el dinero, si anual o mensualmente. Belmonte contestó que ni siquiera semanalmente, que a diario y a ser posible la mitad por la mañana y la otra mitad por la tarde.



Rafael era hijo de Fernando el Gallo y de la bailaora gaditana Gabriela Feria y hermano del inconmensurable Joselito “El Gallo”. Se retiró definitivamente en 1935 y murió en mayo de 1960. Vivió siempre en torero, porque, aunque se tirase de un quinto piso, lo piropearon un día, caería torero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario