lunes, 17 de febrero de 2014

SOBRE EL C........ DE LA BERNARDA

Cuentan las crónicas que la tal Bernarda nació a mediados del siglo XVI en Artefa, pequeño pueblo de las Alpujarras granadinas. Tenía fama de santera y recorría la comarca con sus tablillas de oraciones con una mezcla de versículos coránicos y cristianos para contentar a los dos bandos religiosos que poblaban el Ándalus.
La mujer, igual enderezaba una pata torcida de un cordero o curaba una dolencia en la espalda, que dirigía los rezos en la ermita en ausencia del cura, por lo que era muy querida entre la vecindad.
Una noche se acostó especialmente apesadumbrada por haber dedicado su vida a los demás, no haberse casado y no haber tenido hijos, pues, según ella, "no es buena la mujer de cuyo figo non salen fillos".



En ese momento apareciósele la figura de San Isidro que, metiéndole la mano en la raja, gustóse tanto la santa mujer que entendió por fin el significado de la expresión ’tener mano de santo’. A punto casi de morir por el arrobamiento experimentado, creyó ella oír del santo labriego la expresión ’San Isidro labrador, quita lo seco y devuelve el verdor’.
La mujer contó su sueño al Conde de Artefa en una de sus visitas, y desde entonces las cosechas de Artefa se sucedieron sin parar y desapareció la hambruna que asolaba la comarca. El Conde, hombre religioso y devoto donde los hubiera, le contó al cura del lugar, Don Higinio Torregrosa, las consecuencias del sueño de la Bernarda.
En la homilía del domingo siguiente, Don Higinio cantó desde el púlpito las alabanzas de Dios que "tantos bienes e menesteres plugóle mandar sobre esta sancta terra nuestra, por mediación de la muy noble e sancta muller de Bernarda, o más bien, por medio del figo della, o sea, del coño suyo benedito".




Sin embargo, había un artefaño, conocido como ’Manolico el tontico’ que se pasó todo el día gritando a voz pelada "que non se creyera lo de la sancta Bernarda, que ninguna muller es sancta por donde mea". La mujer mandólo traer a su presencia y allí, en la intimidad de la ermita díjole: "Mete tu mano en el coño bendito, a ver si miento, en lo que siento, y sea tu escarmiento". Hízolo así, y desde entonces Manolico se transformó en el más célebre predicador del figo benedito de su paisana por toda la Alpujarra.
Desde entonces, las crónicas dicen que "todos los homnes, e mulleres, de los derredores, allegábanse a casa la Bernarda a tocar su coño benedito, y por doquiera la abundançia manaba. Las mulleres daban fillos sietemesinos fuertes como cabritillos, y las guarras parían cochinillos a porrillo, las cosechas se multiplicaban y hasta las gallinas empollaban ovos de sete yemas...".
Tras la muerte de la buena mujer, la comarca sufrió multitud de catástrofes. Terremotos, abortos en el ganado y las mujeres, cosechas baldías... Sin embargo cuenta la leyenda que un buen día "una muller del pueblo que ploraba lagrimas de seus ollos al sepolcro della, vióse sorprendida por unas luminarias que ascendían del sepolcro".
Asustada, corrió a contarlo al cura, que ordenó desenterraran el cuerpo de la mujer, "hallando que la Bernarda polvo era, como es la suerte de nuestros padres, salvo su figo incorrupto, rojo y húmedo qual breva". El párroco ordenó el traslado del despojo santo a la parroquia, donde enseguida lo colocaron en un relicario, llamado desde entonces el ’Coño de la Bernarda’, que procuraba grandes vienes a quienes lo tocaran con fervor.

El cura solicitó la canonización de la Bernarda, pero las altas jerarquías le contestaron una carta con serias advertencias. "Dicen los senyores teólogos e dominicos desta Ecclesia de Granada que nunca oyóse en toda la christiandad, que el Senyor Papa gobierna, y Christo benedice, que nada bueno saliera del coño de una muller, a no ser el Senyor mesmo IesuChristo, de su Sancta Madre, con todo Virgen, e que por eso la devoçión popular del coño de la Bernarda era cosa perniçiosa que devía ser desterrada, so pena de mandar la Inquisición a façer las pesquisas oportunas", se lee en la carta.
Según las crónicas, el párroco seguía confiando en la mujer y "una noche del 9 de Abril, del año de Nuestro Senyor IesuChristo de 1.609, alumbrado solo por dos candelas, y con el notario por único testigo dello, colocó el sancto reliquario del coño de la Bernarda tras un emparedado debaixo de la ventana de la Sacrestía, donde permaneciera hasta que la Ecclesia mudara su razonamiento sobre este singular suceso, y asi la buena Bernarda trajera de nuevo la benedición sobre el pueblo della".

A pesar de estas hazañas, calificar algo como el ’Coño de la Bernarda’ es tildarle de desordenado, cochambroso y en el que todo el mundo puede entrar y salir a su aire, entre otras acepciones, desprestigiando así las maravillas que encerraba el figo de aquella santera de las Alpujarras.

domingo, 2 de febrero de 2014

EL TENDIDO DE LOS SASTRES

La cultura de los toros y el vocabulario taurino están formados en gran parte de frases célebres y aforismos que se han popularizado, tomando índole de expresión acuñada. 

Los vocablos taurinos se emplean en el léxico cotidiano de nuestras conversaciones y en las plumas de los más afamados escritores de nuestro entorno. También se pueden ver en trabajos de periodistas ágiles y chispeantes. Igualmente muchos de los más ilustres oradores han aplicado la terminología de la lidia para sus discursos parlamentarios, usando expresiones del argot taurino, fáciles de entender y con la intención de sentenciar o hacer un chiste de buen gusto, según el tono de la plática.

 Una de las frases acuñadas y que su origen es menos conocido por una gran mayoría de los aficionados y de las gentes que habitualmente la usan, es la locución de: el tendido de los sastres.

Muchos se preguntan, ¿de dónde viene esta expresión mezcla de gradería descubierta en las plazas de toros y persona que tiene el oficio de cortar y componer trajes? ¿Cuál es su procedencia?

Como todo conjunto de palabras que forman un sentido, tiene un significado al hilo de su frase, del mismo modo que muchos de los dichos que abundan en nuestro léxico son casi siempre referentes al tema en que tratamos y generalmente sentenciosos.


Hoy en día está extendido esa expresión a otros espectáculos distintos al de los toros, fútbol, conciertos, etc

El tendido de los sastres no es que fuera uno de los tendidos de la plaza donde era ocupado en su mayoría por costureros, pero a la sombra de ella se formó.

Pues bien, la antigua y vetusta plaza de toros de Madrid, situada en la Puerta de Alcalá, inaugurada en 1749, carecía de algunas dependencias, y hubo un tiempo en que «el taller de reparaciones» donde se cosían las tripas de los caballos heridos se instalaba en pleno campo, fuera del recinto de la plaza de toros.

 La gente que no tenían posibles para comprar una localidad pululaba por los alrededores formando corro para presenciar la operación de tan repugnantes costuras y, como aquél era un lugar más donde se congregaban espectadores, y éstos iban a ver coser, de ahí vino el llamar a dicho punto el tendido de los sastres, en referencia a los aficionados que no podían permitirse el lujo de una entrada, ya fuera pasando por la reventa o por los canales lógicos de la taquilla y estar presente en las operaciones de cosido de las lesiones abiertas de los caballos. 

También en este emplazamiento se veía pasar a los toreros desde la capilla a la plaza y de este modo, sin haber estado en la corrida, podían conocerse elementos tan importantes como los trajes de los toreros, toros que habían recibido banderillas de fuego, colocación de la espada, apreciando la muerte que había llevado por el sitio que tenía marcada la estocada o toreros heridos, puesto que la enfermería tenía salida junto a la puerta de caballos.

Desde ese lugar contiguo los aficionados imaginaban lo que ocurría en la lidia y discutían de la misma, teniendo como principales referencias las voces y los ruidos que el público producía.

En el famoso tendido de los sastres se reunían «lo mejorcito de cada casa», donde la animación reinaba en tan grande o mayor escala que dentro del ruedo.

Entre los «abonados» de dicho tendido había aficionados que luego fueron revisteros, entre otros Ángel Caamaño «El Barquero» que en más de una ocasión, orgulloso decía: «yo me hice buen aficionado en el tendido de los sastres».

 Estos tenían el abono perpetuo en el mismo y pase de «libre circulación» para las cuadras llenas de tísicos jamelgos, el cuartillo de capilla, situado a mano derecha del patio, habitación cuadrada, en cuyo fondo se levantaba un sencillo altar con la imagen de la Madre del Redentor y decoraban las paredes algunos trofeos taurinos, en los que no faltaba ni una sola de los atributos taurómacos, el desolladero y demás dependencias anejas al coso taurino. Todas las dependencias constituían un edificio de un cuerpo, situadas en la parte que hoy recoge la calle Claudio Coello y hacia las casas números 1 y 3.