Hoy, cuando el Tribunal de Estrasburgo ha tirado por tierra la doctrina Parot, no estaría demás un recuerdo a las victimas de estos asesinos y cobardes que se benefician de la democracia.
Como homenaje a todas las victimas producidas por el terrorismo etarra quiero tener un recuerdo para los tres gallegos asesinados por ETA hace ya 40 años y que aún no han tenido el descanso merecido así como sus familias.
El caso de estos tres jóvenes gallegos
es uno de los secretos mejor guardados por la organización terrorista ETA, que
todavía hoy no se ha responsabilizado de los tres asesinatos ni ha emitido
comunicado alguno.
Los hechos ocurrieron como sigue:
Los tres jóvenes comieron el sábado 24 de
marzo de 1973 en Irún. Desde allí se desplazaron a Hendaya o San Juan de Luz,
al cine con el fin de ver una película que en España estaba prohibida por la
censura.
A la vuelta, en el lado izquierdo de la
carretera que serpentea desde San Juan de Luz a la frontera, los chicos
vislumbran las luces parpadeantes de una discoteca.
Los gallegos se acodan en la
barra y comentan algunas de las ardientes escenas vistas en el cine un rato
antes. Suben el tono, se ríen e intercambian bromas, ignorantes de que en una
esquina, parapetados tras unos vasos de güisqui, varios pares de ojos les
observan.
Uno de los que mira, el más excitado por el
alcohol, es Tomás Pérez Revilla, gerifalte de ETA. Con él hay otros cuatro que
mascullan refiriéndose a los gallegos palabras como «hijos de puta», «cabrones»
o «txakurras».
Pérez Revilla y sus compinches se convencen de
que los de la barra son policías camuflados y urden a toda prisa un plan. Media
hora después, cuando los gallegos salen al oscuro aparcamiento, justo cuando
están a punto de encaramarse al Austin 1300 en que salieron de España, los
cinco etarras los interceptan a punta de pistola. Al ver el arma, dos de los
gallegos se quedan estupefactos. Humberto, el mayor, se yergue peleón pero
antes de que pueda mover un dedo recibe un tremendo botellazo en el cráneo.
Los etarras amarran a la espalda
las manos de sus prisioneros, incluidas las del malherido Humberto. Los
introducen a empellones en el maletero y parten con ellos, usando el Austin y
su propio vehículo. Enfilan hacia Saint Palais, en pleno corazón del País Vasco
francés, a medio centenar de kilómetros de distancia. Allí, protegidos por sus
cofrades de Iparraterrak y amparados por la simpatía que despertaba la
oposición a Franco, los etarras tienen una estructura que permite albergar, dar
trabajo y hasta entrenar a los que salen de España para integrarse en la banda
o huyen de la policía.
El centro del entramado es un
vivero al que los lugareños llaman La Serra, donde en los momentos álgidos
labora hasta una treintena de personas. Es en el vivero, en uno de los
barracones, entre tenazas de podar, martillos, carretillas y aperos de
labranza, donde Pérez Revilla y sus colegas inician el interrogatorio. La
tortura se prolonga hasta el amanecer.
Al cabo
de una noche agónica, en la que lo único que logran arrancar de la boca de sus
cautivos son gemidos, gotas de sangre, dientes y la desnuda verdad, Pérez
Revilla y los suyos comienzan a sospechar que se han equivocado. No han
capturado a unos policías, enviados desde España para husmear en el santuario
etarra.
LOS TRES JÓVENES TRABAJADORES GALLEGOS ASESINADOS Y TORTURADOS POR ETA
Aquellos tres seres hechos
pedazos no son agentes camuflados. Se trata quizá, como los muchachos han
jurado desde el primer momento, de simples emigrantes gallegos.
El grupo de asesinos, torturadores y
secuestradores estaba comandado por Tomás Pérez Revilla, asesinado en 1984 por
los GAL, junto a Manuel Murua Alberdi, alias El Casero; Ceferino Arévalo Imaz,
alias El Ruso; Jesús de la Fuente Iruretagoyena, alias Basakarte,; Prudencio
Sudupe Azkune, alias Pruden, y Sabino Atxalandabaso Barandika, alias Sabin.
Hasta cuando se es un malnacido puede quedar un recodo de humanismo dentro de una persona. Esperemos que un día unos de estos etarras de un paso al frente y tenga la valentía y gallardía de decir donde se encuentran los cuerpos de estos tres jóvenes para que tengan un descanso digno y sus familiares el lógico consuelo.