sábado, 31 de agosto de 2013

EL MOTÍN DEL PENDÓN VERDE

Los motines no son de hoy en día, han existido de toda la vida y Sevilla no iba a ser menos...relatan los historiadores que en el barrio de la Feria en el año 1521, hubo un motín que tomó grandes proporciones, muchísimo más que los de la Puerta del Sol de Madrid en  2011, llegando a amenazar seriamente a la población.
Fue un alzamiento popular, como deben ser todas las revoluciones, alzamiento de la gente de la calle, no de los partidos políticos y tuvo su origen en la falta de alimentos. 
El pan faltó y el hambre hizo mella en la población, sobre todo en los barrios pobres de la ciudad y sus habitantes vivieron fechas desesperadas.

Actual casa de los Marqueses de La Algaba en la Plaza Calderón de la Barca, justo detrás del mercado de la calle Feria.

Porque hay que hacer constar que tal como hoy en Sevilla había mucha opulencia y  muchos ricos en los siglos XVI y XVII, igual que hoy en día  que muchos vivían en la abundancia mientras otros morían de hambre y se quedaban sin casas, pues los caseros los echaban a las calles...mas o menos como ahora. Nadie escuchaba a los deshererados de la fortuna, nadie escuchaba sus lamentos y se morían de hambre en las calles...tal era la miseria.

Aquel pueblo hambriento veía pasar las carrozas de los grandes y opulentos señores...pero el día 8 de Marzo de 1521, la gente no pudieron aguantar más y el pueblo se lanzó a la calle sin que hubiese autoridad que los impidiera.

Un tal Antón Sánchez, carpintero de la calle Feria, se hizo la cabeza del motín y tuvo la valentía de formar una Junta y llamaron a los vecinos de San Gil, San Martín y otras parroquias...nombraron una comisión de veinte hombres para hablar con el Asistente y otra comisión para que hablasen con el caballero Perafán, que se ofreció a entrevistarse con la autoridad, a fin de encontrar medios para atender las necesidades de los vecinos....mientras la gente se agolpaba, crecía el bullicio y el descontento y más gente acudió a la plaza de la Feria.
Alarmados en el Ayuntamiento o más bien asustados, por las noticias que llegaban, y que los cabecillas pedían a gritos "trigo", el Asistente les dijo que donde lo hubiese se los haría llegar.

Pero el pueblo estaba cansado de tantas mentiras, más o menos como hoy en día, y fueron tumultuosamente a buscarlo por todos lados, a las bravas y como no encontraron nada en casa del Jurado Alava, ni de su cuñado, rompieron las puertas y se llevaron todo lo que encontraron.

Calle Feria, Iglesia de Omnium Santorun, lugar próximo donde comenzó el motín.

Las cosa iba a más pues viendo esto, otros barrios acudieron a la calle Feria y mas amotinados recorrieron la ciudad con el estandarte de Alfonso X el Sabio,  estandarte que lo habían tomado a los moros en una batalla y que en aquellos tiempos estaba custodiado en la parroquia de la misma calle Omnium Sactorum,  estandarte  de tela verde, por eso esa revolución se llamó "la del Pendón Verde".

El ayuntamiento no estaba donde se encuentra hoy, se hallaba en el Corral de los Olmos, detrás de la  Catedral en lo que es la Plaza Virgen de los Reyes y el pueblo acudió allí con piedras y palos y enarbolando el pendón verde solicitando comida con grandes voces.

Intervino en el motín el Marqués de la Algaba, que trató de pacificar a los amotinados y parecían haberse calmado los ánimos pero en esto el Asistente envió a la calle Feria tropas para prender a algunos vecinos diciendo que tendría que ahorcarlos, pero los vecinos no se dejaron avasallar y el día 9 se reprodujeron los alborotos.

La gente irritada se echó a la calle lanzando desaforados gritos y corrieron en tropel al Palacio del Marqués de la Algaba, pidiendo el cumplimiento de la palabra dada...el marqués la renovó y dijo que moriría si no la cumplía y para ello mandó a su hijo Luis a parlamentar con las autoridades...no se quisieron fiar, y convocaron mayor número de gentes marchando a la carrera hasta el Palacio del Marqués de Niebla, se apoderaron de ella, tomaron cañones y otras piezas de artillería y fueron a dar libertad a los presos...tal era el escándalo que muchas personas notables de Sevilla se ofrecieron para mediar en el conflicto, pero no se pudieron conciliar, porque el pueblo solo admitía que pusieran en libertad a los apresados y entonces el Asistente enojado gritaba: ¡que por vida del Rey que los tenía que ahorcar!...pero esto fue mucho peor porque se removió toda la ciudad sacando muchas personas las armas...La gente del pueblo cercaron la cárcel llevando espingardas, ballestas y espadas mas cuatro piezas de artillería que sacaron de la casa del Duque de Medina Sidonia, rompieron puertas y ventanas y dieron libertad a los presos.

Los sucesos tuvieron su término el dia 10 de Marzo, librándose una verdadera batalla por las calles, entre el pueblo hambriento y entre autoridades y nobles de la ciudad, y los resultados fueron funestos para los amotinados pues la fuerza armada los venció en la refriega y muchos infelices murieron los que se habían alzado pidiendo algo tan simple como el pan.

Todos los años cuando se acerca la procesión de la Virgen de Todos los Santos se exciben unas banderas en el torreón mudéjar de la Iglesia de Omnium Santorum, entre ellas se encuentra el famoso Pendón Verde.

Los nobles y poderosos no contentos con el triunfo, dieron un paso más, fueron crueles y vengativos, pues ahorcaron a muchos inocentes y desgraciados, tanto a hombres como a mujeres.

Entonces como hoy, aquellas autoridades que dominaban y oprimían con su poder, dejaban al pueblo hambriento perecer en la miseria...y cuando este saltaba y pedía justicia y solo comer pan les ponían cadenas y los ahorcaban.

Ayer como hoy, mandan los mismos, incluso hay apellidos que han llegado hasta nuestros días y títulos de nobles que siempre sangraron a la ciudadanía y además los masacraron, aún tanto siglos después no se ha hecho justicia con aquella parte del pueblo que enarboló el "Pendón Verde", pendón que algunos historiadores consideran el predecesor de la bandera andaluza.

jueves, 15 de agosto de 2013

EL TÚNEL 20: LA TRAGEDIA FERROVIARIA MÁS IMPORTANTE DE LA HISTORIA DE ESPAÑA


La tragedia ferroviaria de Santiago de Compostela que ha producido 78 muertos y cientos de heridos nos pone al descubierto un tema que se da continuamente desde hace más de un siglo en nuestra país, cual es el intento de las autoridades de tapar sus errores y responsabilidades.
Basta leer los diarios de distintos signos políticos, como se echan en cara unos a otros cuando el partido que está en la oposición quiere que se investigue la tragedia al canto.
 
Se suele decir : "SE QUIERE SACAR RÉDITO POLÍTICO CON LOS MUERTOS"
 
Sucesos como el camping de Biescas, el accidente del túnel del Bierzo, el derrumbe de la presa de Ribadelago,  los muertos del Yakolev, los envenenados por el aceite del colza,  atentados del 11 M, ahora el caso de Santiago de Compostela y un largo etc..son claros ejemplos de manipulación política para que las verdaderas causas y consecuencias nunca salgan a la opinión pública o bien como ocurría en la dictadura fueran silenciados por la censura, ¿con qué fin?, pues está claro:  evitar las responsabilidades políticas.
 


Cientos de casos han existido desde inicios del siglo XX y nuestros políticos no se dan cuentan que el pueblo lo que quiere es saber la verdad, por eso últimamente desconfiamos tanto, pues desde años y años nos han venido ocultando esta.
 
 Así que vamos a dedicar varios post para que veáis ejemplos de los mismos y vosotros políticos de turno dejéis de preguntaros por qué los españoles somos tan desconfiados. Los somos porque ustedes, nuestros gobernantes, los que deberías dar ejemplo, en las distintas épocas han contribuido a ello.
 
Comencemos con la tragedia ferroviaria más grande de la historia de España, la conocida como la tragedia del TUNEL 20.
 
LA TRAGEDIA DEL TÚNEL 20
 
El 3 de enero de 1.944 el correo-expreso de Galicia, número 421, hizo su entrada en Astorga pasadas las 12 del mediodía, con casi dos horas de retraso sobre su horario oficial. Venía remolcado por dos locomotoras, la titular número 4532 y la 240-2423.
 
La 240-2423 había sido añadida al tren de doce coches y un total de 436 toneladas aparentemente para reforzar la tracción, según los informes oficiales, aunque entre algunos de los ferroviarios, testigos del accidente se indica que lo hicieron porque el tren no parecía ir bien de freno.
 
En la parada de Astorga se aprovechó para "dar puntos a los frenos del tren", como se decía en los tiempos de la tracción vapor, cuando se utilizaba el freno de vacío, diferente al actual de aire comprimido.
 
El correo-expreso de Galicia salió de Brañuelas con las dos máquinas y empezó a descender el puerto. A la mitad del recorrido se encuentra la estación de La Granja, donde efectuó la parada reglamentaria. El maquinista de la locomotora acoplada, Jesús Dones, bajó a revisar los mecanismos y comprobó que llevaba una caja de engrase caliente. La locomotora no podía seguir en esas condiciones pero forzado por las autoridades  hubo que desenganchar la 240-2443 y apartarla. Era el primer eslabón de la cadena de azares adversos que iban a producirse para consumar la tragedia.
 
Allí mismo se produjo el segundo. El maquinista de la locomotora 4532, la titular del tren, discutió con el jefe de Tracción, Luis Razquin, que viajaba en el tren y se había acercado al advertir las maniobras para desenganchar la locomotora averiada.
 
 El maquinista de la 4532, Julio Fernández, informó sobre los problemas que parecía presentar su locomotora en el frenado que podrían ser peligrosos en el descenso, pero faltan los testimonios oficiales de esa conversación y las versiones de lo que pudo tratarse son contradictorias. Para unos resulta difícil creer que un maquinista se aviniera a bajar el puerto con el freno en malas condiciones, pero otros afirman que el maquinista fue presionado como solo se podía hacer entonces para que continuara el viaje.
 Por otra parte, hay que tener también en cuenta lo que representaba detener un tren de viajeros y pedir una máquina de auxilio para que lo remolcara. Era también un forma de presión porque casi todo el personal de tracción consideraba como una deshonra el pedir ese auxilio, siempre que hubiera una oportunidad de evitarlo, además de las consecuencias económicas que ello llevaba aparejadas para el maquinista responsable.
 
Y no hay que olvidar tampoco el componente de miedo que atenazaba a los ferroviarios, recién concluida la guerra civil, a quienes en situaciones similares podía acusárseles de sabotear el servicio que estaba bajo el control de los militares.
 
Sin embargo, la conjunción de azares que a veces convergen sobre las tragedias humanas, también se produjeron en el accidente que iba a ocurrir menos de una hora después en la estación de Torre del Bierzo, al final de la bajada de la rampa de Brañuelas, la más dura de la línea, cuyo gradiente oscila entre las 16 y las 20 milésimas para salvar la diferencia de altitud de más de 300 metros existentes entre ambos puntos.
 
Así que se reanudó el viaje con solo la máquina titular. El tren cuesta abajo ganó pronto velocidad y el maquinista, cuando quiso hacerse con él para efectuar la parada reglamentaria en la estación de Albares, comprobó que no podía frenarlo.
Cuando pasó por la estación de Albares eran las 13 horas 10 minutos. El jefe de estación, aterrado al ver que el tren no había parado e iba a una velocidad excesiva, telefoneó a la siguiente estación - Torre del Bierzo -, situada a 5 kilómetros, anunciando que 421 bajaba sin frenos.
 
 

El jefe de estación de Torre, Sr.Domenech, salió corriendo de su despacho haciendo grandes aspavientos y gritando que el 421 bajaba sin frenos y que se pusieran traviesas en la vía para intentar frenarlo. No dio tiempo para nada. Ni siquiera habían pasado cinco minutos cuando pudo distinguirse al correo entrando en agujas en la estación de Torre.
 La locomotora venía lanzando una gran columna de vapor por su chimenea y su silbato sonaba insistentemente, señal inequívoca de alarma. En su rápida marcha pasó por delante del andén y alguno de los ferroviarios que allí había pudieron  advertir que llevaba las zapatas apretadas contra las ruedas, pese a lo cual no había podido detenerse.
 
Y así continuó hasta penetrar en el túnel número 20, situado a la salida de la estación de Torre, en cuyo interior se encontraba la locomotora 4421 con tres vagones que intentaba alejarse de la estación al conocer su maquinista la inminencia del choque.
 
Era el tercer eslabón que ponía el destino en la cadena de azares de la tragedia. El maquinista -Gonzalo López Eugenio-, titular de la locomotora 4421 estaba haciendo maniobras con un vagón, antes de apartarse en otra vía para dejar paso al Correo. Había tiempo de sobra y además las señales de entrada estaban cerradas. Pero cuando oyó las voces del jefe de estación que anunciaban la llegada del correo sin frenos, trató de alejarse de la estación con el fin de evitar el choque en la misma y coger marcha en la misma dirección en que venía el Correo de viajeros para reducir los efectos de la colisión.
 

UNA DE LAS DOS FOTOS QUE EXISTEN SOBRE LA TRAGEDÍA. MILITARIZACIÓN DE LA ZONA PARA IMPLANTAR LA TÍPICA CENSURA
 
 Cambió la dirección de la marcha y se dirigió hacia la salida, penetrando en el túnel número 20. No le dio tiempo a ir más lejos. Allí dentro le alcanza el correo. El choque fue tremendo. Con el topetazo, se desengancharon y descarrilaron los tres  últimos vagones de la maniobra que quedaron dentro del túnel, mientras la máquina 4421 y el otro vagón aún avanzaron unos 300 metros. A su vez, la locomotora del correo y otros 6 coches con el choque descarrilaron con grandes averías formando dentro del túnel un amasijo de hierros y maderas que enseguida empezó a arder.
 
Aquel fue, como decimos, el tercer acto de la tragedia porque si el accidente se hubiera producido a cielo abierto, las consecuencias no habrían sido tan graves. Pero encerrados en aquel infierno, los heridos no pudieron ser evacuados y los supervivientes no pudieron salir. Tampoco pudieron acceder las personas que a los pocos momentos del choque acudieron con ánimo de proceder al rescate de las víctimas.
 
El cuarto acto lo representa un mercancías que salía del túnel 21 en dirección al 20. El maquinista del tren en maniobras que había salido ileso intento avisar al maquinista del mercancías, pero no pudo ser. El mercancías no pudo evitar otra colisión por lo que la tragedia aumento.
 
Según los testigos que siguen vivos la tragedia fue inmensa, el fuego carbonizo a todos los pasajeros de los tres vagones que se incendiaron dentro del túnel sin posibilidad de socorrerlos.
 
Y ahora viene lo bueno: por ordenes del gobierno franquista, se mando al ejercito en las labores de rescate y recogida de muertos. Se censuró a la prensa no dejándola tener acceso al lugar, solo se conservan dos fotos de la tragedia, claro está del diario ABC. Se dio cuenta de 48 muertos cuando en realidad y por estudios posteriores las cifras están sobre los 200 pasajeros de los vagones que quedaron dentro del túnel. Se puso un halo de silencio sobre la tragedia y las victimas no fueron ni indemnizadas, quedando en el olvido.
 
Ejemplo de lo que os cuento al principio, interesaba que nadie supiera nada sobre lo ocurrido y sobre los responsables. Lo mismo que suele ocurrir en nuestro tiempo pero con la salvedad de que ahora estamos en democracias y es imprescindible conocer la verdad de estas tragedias para que no vuelvan a ocurrir.
 
 
EL TÚNEL 20 EN LA ACTUALIDAD

jueves, 1 de agosto de 2013

BLANQUET, EL TORERO QUE PREDECÍA LA MUERTE.

En ningún otro ámbito son tan respetados y admirados los personajes subalternos como en el mundo de los toros. De hecho, es muy frecuente referirse a ellos como toreros de plata, para diferenciarlos del matador, que lleva oro en su vestimenta. Los picadores también lo llevan, y también son personajes principales (recordemos, además, que durante un tiempo fueron los verdaderos protagonistas de las fiestas de toros, cuando consistían en una disciplina que la nobleza desarrollaba a caballo). Los peones, los banderilleros ejecutan, como sabemos, un trabajo sin el cual la lidia no podría existir.
Digamos que no sólo ponen al toro en suerte, para que el matador lleve a cabo la faena, sino que ponen en suerte la lidia misma, que es una labor de plural encaje de bolillos, de precisión relojera colectiva. Después, el matador es el que se queda solo ante la fiera, el que debe resolver el jeroglífico en marcha que significa cada toro, y por eso es el maestro; pero sin los toreros de plata no habría condiciones para resolver el jeroglífico.
Ha habido en la historia del toreo muchas cuadrillas de leyenda, muchos banderilleros famosos, y algunos acabaron por convertirse en matadores de renombre.
Pero ningún banderillero ha alcanzado la condición mítica del valenciano Enrique Berenguer, Blanquet. Fue el peón de confianza de Joselito el Gallo, el niñodios, el hombre a quien nunca pudo un toro, pero a quien un toro terminó matando en una de las más célebres tardes de tragedia en la historia de la tauromaquia. Tan gran peón fue Blanquet, y en tanta consideración lo tenía Joselito, que en más de un festejo se puso a sus órdenes en el tercio de banderillas, como homenaje, y ofició de peón de su peón.   
Cuenta la leyenda que Enrique Berenguer fue un individuo lunar, de violentas y repentinas supersticiones, de oscuros comercios con fuerzas insondables. La tarde en que mataron a Joselito el Gallo, el 16 de mayo de 1920, Blanquet olió fuertemente a cera en el waire de la plaza, y advirtió al maestro, a medida que transcurría la lidia, de que no debía salir al ruedo. El quinto de la tarde, Bailaor, mató a José Gómez Ortega. Hay una foto de Blanquet, velando el cadáver del maestro, en que se le observa envuelto en una misteriosa aura cetrina.



Blanquet, siempre al lado de Joselito



Dos años más tarde, en mayo de 1922, Blanquet figuraba en la cuadrilla de Manuel Granero. Camino de la plaza, en Madrid, el diestro detuvo el coche de caballos para hacerse una fotografía vestido de luces. Blanquet percibió de repente un fuerte olor a cera, y visiblemente atemorizado trató de que Granero no torease aquella tarde. Ante los reproches del maestro, la tradición oral asegura que Blanquet dijo: «Esta es la última foto que te haces, Manuel». Pocapena, un toro del Duque de Veragua, mató aquella tarde a Granero en una de las cornadas más horribles de la historia de la tauromaquia.



Blanquet se echa las manos a la cara horrorizado por la cornada que Pocapena ha infrigido a Granero.

Aterrorizado por su don de profecía, Blanquet se retiró de los ruedos, hasta que Ignacio Sánchez Mejías lo convenció para que regresase como su peón de confianza.
Blanquet terminó por aceptar, bajo el juramento de que si volvía a oler a cera, el maestro no torearía. El aguerrido Ignacio le dio su palabra de honor.
El 15 de agosto de 1926, Sánchez Mejías toreaba en la Maestranza. Estando en el callejón, Blanquet adivinó de nuevo en el aire un espantoso olor a cera. Al parecer se produjo un altercado entre Blanquet, Sánchez Mejías y el resto de la cuadrilla, cuando el peón valenciano trató de que Ignacio no saltase al ruedo. El caso fue que Sánchez Mejías incumplió su palabra, hizo su faena con extrema precaución y la tarde acabó sin percances, entre burlas de los compañeros de Blanquet.

Aquella misma tarde, cuando se dirigían en tren hacia la corrida del día siguiente, Blanquet cayó fulminado en su asiento de un súbito ataque al corazón.




ABC del 17 de Agosto de 1926 donde se relata fielmente la muerte de Blanquet